La motivación para aprender

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Hemos dicho y repetido, obsesivamente, que, al menos en la escuela, el aprendizaje no puede ser una obligación, y por tanto un castigo, aunque sólo sea porque es necesario seguir aprendiendo a lo largo de la vida.

No basta con que los alumnos aprendan hoy, con premios o castigos, porque los conocimientos de hoy serán obsoletos mañana y los que no hayan adquirido, no sólo la capacidad de aprender, sino también una actitud positiva hacia el aprendizaje, estarán mañana en las mismas condiciones que los que no han aprendido hoy.

Por el contrario, se corre el riesgo de que los que han sido obligados a aprender se encuentren mañana en peores condiciones que los que no fueron a la escuela, que, aunque no aprendieron, no desarrollaron una actitud negativa hacia el aprendizaje.

En una civilización estática bastaba con haber adquirido, no importa cómo, los conocimientos y habilidades que bastaban para toda la vida, pero en una civilización que cambia rápidamente lo importante no son tanto los conocimientos y habilidades adquiridos como la maduración de la capacidad de aprender y, sobre todo, el deseo de seguir aprendiendo.

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Lo más importante que hay que adquirir en la escuela es la alegría y el gusto por aprender.

  • Por un lado, la alegría: Aprender con alegría, y no como una pena, como una condena, como una obligación. El aprendizaje no puede dejar de ser filosofía (amor al saber).
  • Por otro lado, el gusto: La propensión a aprender (llevar dentro de uno mismo el deseo de aprender: sed de conocimiento).

La alegría y el gusto por aprender, estos son los objetivos prioritarios que la escuela, en todos sus niveles, debe perseguir, apuntando a ellos su organización y su enfoque educativo y didáctico.

En  escuela experta  hacemos todo lo posible para que en cada alumno madure la alegría y el gusto por aprender.

Sin embargo, no se puede dejar de constatar que es extremadamente difícil, casi una tarea desesperada, lograr este cambio de perspectiva, no tanto en la conciencia como en las actitudes de los profesores.

De hecho, si, al menos en el plano de la conciencia pedagógica, no se niega que es necesario aprender a aprender y que en esta perspectiva es necesario desarrollar actitudes positivas hacia el aprendizaje, es extremadamente difícil, sin embargo, provocar un cambio efectivo de actitud en la actividad educativa y didáctica concreta, modificando la práctica didáctica consolidada que ve al profesor ocupado en decidir e imponer lo que los alumnos tienen que aprender: No parece posible ni necesario cuestionar que sea el profesor, no sólo el que prediga lo que los alumnos tienen que aprender, sino también el que imponga que los alumnos lo aprendan.

El profesor entra en el aula y explica la Revolución Francesa: Parece indiscutible que los alumnos deben prestar atención a la lección y, sobre todo, aprenderla. La obligación de asistir no puede sino ir asociada a la obligación de aprender: ¿Qué sentido tendría la asistencia si no fuera acompañada de la obligación de aprender?

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Y, sin embargo, este no es el caso.

La asistencia se puede imponer, ciertamente, con castigos y también con recompensas.

De hecho, la asistencia está casi siempre asegurada, no sólo en la enseñanza obligatoria, sino también en las escuelas posteriores.

Y, sin embargo, la observancia de la obligación de asistencia no siempre se corresponde con la observancia de la obligación de aprender. Como afirma Freinet, se puede llevar al caballo a la fuente y silbar todo lo que se quiera, pero si el caballo no quiere beber, no bebe.

Sin embargo, a este respecto, conviene señalar que, aunque se respete la obligación, aunque los alumnos, obligados con castigos o con premios, hayan aprendido, no se ha alcanzado el objetivo, porque los alumnos, aunque hayan adquirido los conocimientos de hoy, no han madurado la capacidad y, sobre todo, la alegría y el gusto de seguir aprendiendo durante toda la vida.

Tabla de Contenido
  1. ¿Qué hacer entonces?
  2. La voluntad debe ser libre
  3. La solución al problema es menos difícil de lo que parece
  4. Los niños nacen naturalmente motivados para aprender
    1. Ante todo la curiosidad.

¿Qué hacer entonces?

Antes de hacer que los alumnos aprendan, es necesario hacer que maduren en su voluntad de aprender.

Al entrar en el aula, el primer compromiso del profesor no debe ser el de explicar, sino el de suscitar la voluntad de aprender esa materia concreta. La voluntad de aprender debe estar presente en los alumnos. Debe ser una voluntad libre, no forzada.

La voluntad puede nacer de la coacción (los premios y los castigos eran uno de los capítulos esenciales de los tratados de pedagogía, hasta el otro día, y dejaron una huella no fácil de eliminar). Pero no es necesario.

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La voluntad debe ser libre

Bruner dice que hay que apelar sobre todo a los motivos intrínsecos, no a los extrínsecos.

La solución podría encontrarse en los intereses espontáneos. El activismo pedagógico ha exaltado los intereses espontáneos, interpretando a Rousseau en esta perspectiva. Pero con intereses espontáneos no podemos ir muy lejos, porque el aprendizaje escolar no puede ser esporádico, ocasional, fragmentario, sino que debe ser orgánico, intencional, programático.

Si se confía en los intereses espontáneos, se corre el riesgo de no perseguir los objetivos educativos que los alumnos deben alcanzar para realizar la plena formación de su personalidad.

Los alumnos manifiestan los intereses más variados, heterogéneos y desorganizados.

Si los intereses no pueden ser espontáneos, sino que deben ser intrínsecos, ¿Cuál es la solución?

La solución al problema es menos difícil de lo que parece

Los seres humanos, especialmente los niños, tienen una tendencia natural a aprender. Como escribe Bruner, La característica humana más singular es la aptitud para el aprendizaje. El aprendizaje es tan profundamente inherente al hombre que es casi involuntario, y algunos estudiosos del comportamiento humano han llegado a afirmar que la peculiaridad de nuestra especie es una aptitud especial para el aprendizaje

Los niños nacen naturalmente motivados para aprender

Bruner afirma que las motivaciones intrínsecas, de las que son portadores casi todos los niños, están constituidas por la curiosidad, el deseo de competencia, la necesidad de identificación y la motivación de reciprocidad.

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Ante todo la curiosidad.

La primera motivación, la más importante y significativa para aprender, es la curiosidad humana innata.

Es necesario aprovechar la curiosidad innata por encima de todo. Como afirma Bruner, Mientras sea posible confiar en esta importante motivación humana, que se presenta como la más eficaz y segura de todas, parece evidente que nuestra educación artificial puede hacerse menos artificial, desde el punto de vista de la motivación, fijándola inicialmente en formas más superficiales de curiosidad y atención y, posteriormente, llevando la curiosidad a una expresión más sutil y activa

Se trata de confiar sobre todo en la curiosidad innata de los alumnos, alimentarla y sobre todo no apagarla.

En primer lugar, hay que tener cuidado de no apagar la curiosidad innata, que es lo que desgraciadamente ocurre a menudo en la escuela, donde el niño sigue llegando con su carga de preguntas y sale demasiado a menudo sin ganas de aprender, de cuestionar y de preguntarse.

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Sólo unos pocos, demasiado pocos, salen indemnes de la acción destructiva de toda forma de curiosidad que ejerce la escuela: Son los pocos que se convertirán en científicos. ¿Qué otra cosa es un científico sino un individuo que ha tenido la fuerza de conservar su curiosidad infantil? Lo que más me sorprende, decía Einstein, es que a pesar de todas las matemáticas que aprendí en la escuela, he sido capaz de conservar mi amor por las matemáticas.

Muy a menudo la escuela mata la curiosidad, la alegría de aprender

Si la escuela no matara la curiosidad innata, ya sería muy meritoria. Pero no estaría de más que la escuela, además de no matarla, cultivara la curiosidad innata, la aumentara y la potenciara.

Parece que hay dos criterios fundamentales que los profesores deben tener en cuenta a este respecto:

a) No hacer nada que pueda destruir la curiosidad innata.

Antes de embarcarse en cualquier actividad escolar, es necesario preguntarse si puede dañar de algún modo la curiosidad innata. Piensa en todas las actividades que se imponen, en toda la memorización que no surge de una necesidad sentida de recordar, en todos los ejercicios repetitivos y aburridos, impuestos como castigo, etc.

b) Hacer todo lo que pueda alimentar la curiosidad innata

Es necesario organizar la actividad didáctica de manera que responda siempre a preguntas reales, a necesidades reales de saber, a preguntas reales de los alumnos.

Para seguir aprendiendo a lo largo de la vida, es necesario que las preguntas generen preguntas, nunca respuestas exhaustivas.

El destino del hombre es no encontrar nunca respuestas definitivas a sus preguntas.

El buen profesor es el que no sólo sabe generar preguntas, sino que sabe hacerlas multiplicar.

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